Tuesday, January 31, 2006

¡¿y yo vivo ahí?!


Un análisis elaborado por al SERPLAC indica hoy que la comuna de Ñuñoa es la con mayor calidad de vida en el Gran Santiago, aunque seguida de cerca por Las Condes, Vitacura, La Reina y Providencia.
Si, es verdad, es un lugar agradable para vivir, donde hay casas bonitas, algunas llenas de arbustos, árboles, enredaderas, plazas aceptables (mi favorito es el Parque Juan XIII, en el corazón de la comuna, como que estuviera escondido). Pero, ¿no existe otro lugar mejor para vivir según este estudio en la ciudad? Entonces no me debería quejar de las podas horribles de los pobres árboles urbanos, de las veredas sucias con basura, de la cantidad de micros amarillas que aun circulan en Irarrázaval o aquel moustroso edificio de 25 pisos que construyen aceleradamente en mi pequeña calle. Y la recién inaugarada pileta de Plaza Egaña ¡a la que se le sale toda el agua! y que por el desnivel del terreno llega hasta la misma calle.
Si. Estamos mucho mejor que en otras partes. Aunque la gente sale igual con miedo de la casa (y vuelve), con las carteras y bolsos apretados temiendo un asalto, donde las calles siguen siendo oscuras a pesar de esfuerzos como la iluminación reciente de la Plaza Egaña. Y tendremos además el privilegio de una ruta nueva concesionada que irá en forma de túnel y no sobre nivel como en otras comunas que vieron estropeado su paisaje, su vista a la cordillera o a los últimos paños de cultivos que aun quedan.

Monday, January 23, 2006

eres un animal!


Ahora entiendo bien cuando en las películas agarran pronto una pistola y apuntan con exactitud a un pobre caballo que se ha quebrado las patas; Mi perro Pepe ha muerto ayer inyectado por una piadosa mano veterinaria que lo dejó en pocos minutos sin vida en los pastelones de mi casa, tendido casi como estuviera soñando. Su enfermedad brusca, causada con los años, la genética de su mezcla de razas de gran tamaño, lo predispuso a un problema en sus patas traseras que le impedieron de repente caminar debido al dolor. Se quedó afonico de tanto quejarse a través de chillones ladridos.
El Pepe, hoy ya no sufre, está en un lugar fresco, rodeado de vegetación, un gran palto, en la casa de la abuelita, donde pasó sus primeros años, la juventud. Está descansando al lado de Fede, el perro con el que compartió ese patioaun par de años.
Ayer lo fuimos a dejar, envuelto en una sábana blanca que mi mamá decidió regalar. Cuando ya todo estuvo hecho, las campanas de la iglesia cercana a la casa comenzaron a sonar casi misteriosamente,
como cerrando un funeral.
Mi Pepe, caigo en la cuenta que me acompañó casi 15 de mis casi 30 años. Hoy ya no está en mi patio, ya no veo aquella figura grande y peluda y siempre atente a lo que pasaba.